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De los laberintos digitales y otros prodigios

por: Alejandro

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Conmemorando 123 años del nacimiento de Jorge Luis Borges ¿Que agregar de su vida y su obra? Creo que ya todo esta escrito sobre este genio, además por muy buenos escritores. Entonces yo, que apenas soy lector ocasional poco podría aportar aquí. Lo que sí esta cerca de mi, es imaginar alternativas de un futuro e improbable Borges como habitante de nuestro presente digital plagado de tecnología.

Para ello vamos a hilar una serie de pensamientos. En la obra de Borges el mundo onírico está siempre presente; los videojuegos son un poco eso, una suerte de onirismo hipermoderno, dirigido y colectivo en el que podemos, como en los libros, tener varios roles y vivir varias vidas pero traspasando nuestra propia metafísica y saltando de nuestra mente a este vertiginoso e intrincable universo de experiencias inmersivas. Si asi fascinaba a Borges ese mundo de los sueños, creo que quedaría perplejo con los videouegos. De esta serie de pensamientos creo que el siguiente puede ser tal vez ¿que escribiría acerca de ellos? Ante la imposibilidad fisica de tener una respuesta, resta entonces imaginarlo hacia el futuro.

Tomo entonces la licencia que el mismo se daba (y creo que aquí aprobaría) para reescribir autores y reimaginar historias pero agregando una vuelta de tuerca: le pedi a una IA que lo hiciera y aunque le falte ese poco de humanidad, no puedo negar que ahora la perplejidad es mia.

P.D. Usé la IA de Anthropic, Claude https://claude.ai/ y la imagen con https://www.midjourney.com/home

"De los laberintos digitales y otros prodigios

Por: Un improbable Borges

En mis años de bibliotecario, creí haber agotado las maravillas que los libros podían ofrecer. Me equivoqué. El siglo XXI, ese futuro que no veré, ha engendrado artefactos que superan las más audaces imaginaciones de Wells o de Stapledon. Los llaman "videojuegos", nombre que poco dice de su verdadera naturaleza.

Imagino —pues no puedo verlos— pantallas luminosas que contienen universos enteros. El jugador, nuevo Adán, recorre jardines virtuales más vastos y complejos que el Edén. Como en "Las mil y una noches", cada historia engendra otras historias, cada decisión abre nuevos senderos en un laberinto infinito.

Me dicen que existe un juego llamado "The Witcher" basado en la obra de un tal Sapkowski. ¿No es acaso este Sapkowski un nuevo Homero, y el jugador un Aquiles electrónico? La guerra de Troya se libra ahora en circuitos y memorias de silicio.

Estos juegos, me aseguran, permiten al hombre común vivir otras vidas, ser héroe y villano, construir ciudades y destruir imperios. ¿No es esto la realización de aquel alucinado proyecto del Emperador Kublai Khan, que en "El Aleph" imaginé construyendo un imperio de sueños?

En mi cuento "La lotería en Babilonia", concebí un sistema que regía todos los aspectos de la vida mediante el azar. Estos videojuegos, con sus algoritmos y sus mundos procedurales, ¿no son acaso una versión más compleja y sutil de aquella lotería?

Se me ocurre que quizás nuestra realidad no sea más que el videojuego de alguna inteligencia superior. Nosotros, que nos creemos libres, podríamos ser meros personajes en una pantalla cósmica, nuestras decisiones predeterminadas por un programador omnisciente.

En "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", imaginé un mundo creado por una conspiración de sabios. Estos videojuegos son Tlönes portátiles, universos de bolsillo que, como los hrönir de aquel planeta imaginario, amenazan con desplazar nuestra realidad.

Yo, que he soñado tigres, que he concebido la Biblioteca de Babel y el Aleph, me pregunto si no habré sido, sin saberlo, el precursor de estos mundos digitales. Tal vez mis ficciones no fueron más que torpes bosquejos de estos vastos universos.

Al final, como en El jardín de senderos que se bifurcan, el tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. Los videojuegos, en su infinita variedad, son quizás la mejor metáfora de este concepto que alguna vez concebí.

Que otros se jacten de los juegos que han ganado o de las aventuras que han completado; a mí me enorgullecen los que he imaginado y nunca existieron, salvo en mi mente o en estas páginas."