La atmósfera capitalina se ha oscurecido con un velo de hollín; las partículas de ceniza se hacen visibles mientras la población de Bogotá experimenta una aguda irritación en garganta y ojos, señales del deterioro en la calidad del aire debido a los recientes incendios forestales. Ciudadanos próximos a la quebrada La Vieja y el cerro El Cable se enfrentan a un ambiente cargado de humo, donde la presencia de cenizas ha marcado su cotidianidad. La magnitud del fenómeno ha rebasado la simple molestia física, llevando a algunos a buscar refugio ante la imposibilidad de permanecer en sus hogares.
En respuesta, el Iboca, responsable de monitorizar la calidad del aire en Bogotá, ha clasificado zonas como Carvajal, Sevillana, Fontibón y Suba en un nivel de riesgo alto. Otras estaciones muestran condiciones variadas que van desde regulares a moderadas, con una excepción donde los parámetros son favorables. Esta dispersión variable de la calidad del aire refleja una problemática ambiental que no discrimina áreas y afecta transversalmente a la metrópoli.
Le puede interesar: Noticias Fusagasugá: W. García llevará a cabo mesas de participación ciudadana en comunas y corregimientos
Para arrojar luz sobre la situación, Tatiana Céspedes de Greenpeace Colombia recalca la importancia de medidas preventivas como el uso de tapabocas, especialmente para aquellos en la proximidad del fuego o pertenecientes a grupos vulnerables. La preocupación radica en los efectos que las partículas 2.5 y 10, liberadas por los incendios, pueden tener en la salud cardiorrespiratoria.
El contexto ambiental actual se ve exacerbado por condiciones meteorológicas adversas. La combinación de los incendios forestales, la estación seca y el fenómeno de El Niño propicia la inversión térmica, un proceso donde el aire caliente aprisiona al frío y concentra el material particulado, describió Adriana Soto, secretaria de Ambiente, quien también señaló cómo los vientos conducen estas partículas hacia la ciudad.
Por su parte, Jorge Bonilla, experto en medio ambiente y director de REES, ilustra cómo la dirección y la intensidad de los vientos afectan la dispersión del humo, impactando principalmente en las áreas del sur y suroccidente, y potencialmente alcanzando también el norte de Bogotá. La permanencia sostenida de los incendios contribuye a la acumulación de humo en la atmósfera y al deterioro progresivo de la calidad del aire.
La gravedad de la situación también repercute en las operaciones del aeropuerto El Dorado, donde la visibilidad para pilotos se ha visto comprometida, afectando centenares de vuelos. Céspedes advierte que, de no mediar soluciones, las partículas podrían persistir en la atmósfera capitalina hasta tres meses, complicando la situación ambiental en los meses venideros.
Finalmente, la Secretaría de Ambiente subraya que para activar un estado de emergencia por contaminación es necesario que al menos el 50% de las estaciones del Iboca registren, durante 27 horas consecutivas, condiciones que oscilen entre regulares y malas. A pesar de la gravedad de la emergencia actual, este umbral aún no se ha cruzado en Bogotá.
Le recomendamos leer: Noticias Fusagasugá: Llamado a la responsabilidad y uso eficiente del agua
