El avance tecnológico ha permeado todas las esferas de la vida moderna, pero ¿a qué costo en el terreno educativo? Un reciente análisis de las Pruebas Pisa ha puesto el reflector sobre una controversia actual: el efecto perturbador de los teléfonos celulares en el aprendizaje académico. Este estudio global desvela que, en promedio, uno de cada tres estudiantes admite la distracción causada por dichos dispositivos en el aula, lo que se traduce en una merma en la calidad de la educación, particularmente en asignaturas fundamentales como las matemáticas.
Desde la perspectiva de Freddy Vega, cofundador de Platzi –la mayor plataforma de educación online de habla hispana–, el informe de la Ocde evidencia una realidad preocupante. Colombia resalta en el informe como uno de los países más afectados por la distracción digital en el proceso de aprendizaje matemático.
La preocupación radica en la conexión palpable entre el tiempo dedicado a los teléfonos móviles y el descenso en la comprensión matemática, un fenómeno cuantificado y alertado por las Pruebas Pisa. La propuesta de Vega es contundente: “Prohibir los teléfonos en clase”.
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Desde el año 2000, las Pruebas Pisa han servido de termómetro para medir la efectividad de los sistemas educativos a nivel global, arrojando en 2022 los peores resultados en matemáticas, lectura comprensiva y ciencia. Expertos en educación hacen hincapié en que el excesivo e incontrolado uso de dispositivos digitales en aulas ha jugado un papel significativo en este declive.
La Unesco había advertido anteriormente que, aunque la tecnología es esencial para democratizar la educación, el uso de teléfonos celulares por niños y jóvenes es una fuente importante de distracción, asociada al bajo rendimiento académico y a problemas de estabilidad emocional. La recomendación apunta a su restricción para revertir esta tendencia.
De forma alentadora, las Pruebas Pisa destacan que países con una política estructurada de restricción del uso de móviles en clase están cosechando frutos positivos en resultados académicos.
Chile es un ejemplo de acción, con la implementación de políticas que prohíben el uso del celular en las aulas para los más jóvenes. Colombia, por su parte, enfrenta un escenario distinto donde la Corte Constitucional ha delegado en cada colegio la facultad de determinar cómo manejar este asunto, sin permitir una prohibición explícita.
Internacionalmente, Estados Unidos, Reino Unido, Países Bajos y Corea del Sur, están entre los países con posturas definidas que limitan el uso de teléfonos en el espacio académico.
Este fenómeno global plantea desafíos significativos a los sistemas educativos y a la comunidad pedagógica en general, invitando a una reflexión profunda sobre cómo integrar la tecnología de manera que enriquezca, en lugar de menoscabar, la experiencia educativa. La conclusión es clara: la tecnología puede y debe ser una aliada en el proceso educativo, pero su uso requiere de un marco regulador que garantice la integridad académica y el bienestar de los estudiantes.
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