En una reciente e histórica reunión en la sede del Vaticano, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el papa Francisco, han convergido en sus visiones de consolidar la búsqueda de la paz en el país suramericano. La propuesta del presidente Petro, de trasladar los diálogos de paz con el ELN a la Ciudad del Vaticano, ha despertado un amplio espectro de reacciones.
El presidente colombiano visualiza al Vaticano como un posible escenario que aporte una profundidad singular en el difícil camino de la paz: “Con un escenario como este me parecería muy sugerente para toda la sociedad colombiana”. Este acercamiento destaca la importancia que el Estado colombiano concede al papel de la Iglesia en el proceso de negociación con los grupos armados.
En contraparte, voces críticas no se han hecho esperar. La senadora del Centro Democrático, María Fernanda Cabal, cuestiona la validez de esta innovadora estrategia, etiquetándola como un "absurdo". Similar escepticismo ha resonado en palabras de Julio César Triana de Cambio Radical, resaltando recientes actos de violencia y poniendo en duda la eficacia de llevar las mesas de diálogo a territorio europeo.
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Por su parte, David Luna, senador de Cambio Radical, acoge favorablemente el respaldo papal hacia la causa de la paz colombiana, pero también enfatiza la necesidad de compromiso efectivo por parte del ELN.
El exministro de Justicia, Juan Fernando Cristo, muestra una actitud más esperanzadora. Recuerda el papel clave de la Iglesia católica en anteriores procesos de paz y sugiere que el Vaticano podría emular el rol desempeñado por Noruega en las conversaciones con las Farc. Cristo recomienda, sin embargo, consolidar primero el proceso de paz antes de emprender pasos audaces.
El senador Ariel Ávila de la Alianza Verde, señala obstáculos potenciales relacionados con la seguridad jurídica de llevar a miembros del ELN a Europa, poniendo sobre la mesa posibles complicaciones legales y de justicia internacional.
La estrategia de paz de Petro se despliega justo antes del sexto ciclo de diálogos con el ELN, un momento crítico en el que la voluntad de renunciar a la violencia quedará de nuevo en tela de juicio. El futuro del cese al fuego, con su plazo límite en el horizonte cercano del 29 de enero, pende de un compromiso sostenido por parte del grupo insurgente.
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