Durante décadas, la agricultura global ha sido dominada por un modelo que prioriza el rendimiento y la eficiencia sobre la sostenibilidad ecológica. Este enfoque ha generado efectos adversos tanto para la salud del planeta como para la bienestar humano, incluyendo la degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y la contaminación por pesticidas. Sin embargo, en respuesta a estos desafíos, ha emergido una visión transformadora denominada agroecología, que busca integrar prácticas agrícolas con principios ecológicos y valores sociales.
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La agroecología, ya formalmente definida por el Grupo de alto nivel de expertos en seguridad alimentaria y nutrición (HLPE) del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) en 2019, aboga por sistemas agrícolas sostenibles que respeten los saberes tradicionales y promuevan la conservación de los servicios ecosistémicos. Este enfoque no solo pretende mejorar la eficiencia y resiliencia de los sistemas agroalimentarios, sino también avanzar en varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, como la erradicación de la pobreza y el hambre, la igualdad de género y la sostenibilidad ambiental.
Como parte de esta transformación, Colombia ha estado implementando un plan integral de transición agroecológica durante los últimos cinco años, apoyado por diversos programas de cooperación internacional. Dos programas clave en este esfuerzo son el Proyecto de Desarrollo de Capacidades en Sistemas de Innovación Agrícola (TAP-AIS), financiado por la Unión Europea, y el Programa de Desarrollo Rural con Enfoque Territorial (DRET II), una colaboración entre la Unión Europea, la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) y la FAO.
Estos programas han sido fundamentales en la formulación de la Política Pública de Agroecología en Colombia, liderada por los Ministerios de Agricultura y Desarrollo Rural (MinAgricultura) y de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MinAmbiente). La estrategia se ha desarrollado a través de proyectos piloto que han involucrado a comunidades, organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y otros actores relevantes. El objetivo principal ha sido mejorar la sostenibilidad del sector agropecuario y proporcionar mejores condiciones de vida a los productores rurales.
La hoja de ruta para la transición agroecológica en Colombia considera varios pilares fundamentales:
1. Construcción de la Política Pública y el Programa Nacional de Agroecología (PAN):
- Definición de objetivos y estrategias.
- Inclusión de bioinsumos y promotorías agroecológicas.
- Participación activa de diversas redes y plataformas agrícolas.
2. Implementación de Proyectos Regionales y Departamentales:
- Plan Departamental Agroecológico (2024-2035) del Valle del Cauca.
- Biofábricas para la ACFC en alianza con Asohofrucol.
- Proyectos piloto de consumo verde en Boyacá.
En un esfuerzo para fortalecer estos procesos, el Foro Internacional “Transformación de Sistemas Agroalimentarios: Agroecología y otros enfoques innovadores”, celebrado en mayo en Bogotá, reunió a expertos globales, académicos y líderes comunitarios. Este encuentro permitió la identificación de estrategias clave y el intercambio de experiencias exitosas tanto a nivel nacional como regional.
El compromiso de Colombia con la agroecología se ha visto reforzado por su selección como sede de la 16° Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (COP16). Este evento representa una oportunidad crucial para avanzar en la conservación de la biodiversidad y posicionar la agroecología como una estrategia central en la gestión de conflictos socioambientales y el desarrollo territorial sostenible.
El avance en la política agroecológica nacional se ha visto complementado por la participación activa de la sociedad civil, especialmente de organizaciones campesinas que han acumulado más de 50 años de experiencia en prácticas agroecológicas. Según Marcos Rodríguez de la FAO, uno de los objetivos es escalar estas prácticas para pasar de fincas individuales a corredores agroecológicos en todo el país.
Por último, el programa ha destacado la importancia del aprendizaje y el intercambio de conocimientos. El proyecto “La Chagra Biodiversa” en el Amazonas, por ejemplo, ha facilitado el intercambio de saberes entre comunidades locales, fortaleciendo la gobernanza y la cohesión social en la región a través de la recuperación y valorización de tradiciones culturales.
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