Sin embargo, desde la industria se escuchan varias voces que claman por una mayor acción del Gobierno para avanzar en políticas y regulaciones que mitiguen los peores efectos de El Niño. Estos efectos incluyen, por supuesto, racionamientos en el escenario más extremo, pero también incrementos en los precios que afectarían especialmente a los usuarios más vulnerables.
La discusión en torno a la energía es un diálogo lleno de aspectos técnicos en el cual es fácil perderse o simplemente no entender nada. Para ayudar a aclarar un poco el panorama para el usuario, vale la pena explicar los aspectos más básicos de este debate.
En primer lugar, es importante mencionar que el precio que paga el usuario final, cualquier consumidor, es una combinación de factores y actores que intervienen desde la generación de la electricidad hasta su entrada en el hogar. La cadena que lleva a la factura se puede ver como una conexión de seis eslabones principales. El primero es el componente de generación, que representa el 35% del costo total de la factura del usuario. Le sigue la transmisión, que representa el 5%. Luego está la distribución, que representa el mayor porcentaje con un 38%. A continuación, está la comercialización, que incluye la lectura de los medidores, la entrega de las facturas y el cobro de los pagos, y que representa el 13%.
Los dos últimos eslabones no son percibidos directamente por el usuario, pero también tienen un impacto en el esquema de precios. Por un lado, están las pérdidas eléctricas, que representan el 7% de la factura total y abarcan tanto los robos de energía como las pérdidas técnicas en el sistema. Por otro lado, están las restricciones, que incluyen el mantenimiento y otras labores que garantizan la calidad del servicio, y que representan el 2% de la factura.
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Ahora bien, el precio de la energía que se consume en Colombia se negocia bajo dos modalidades principales. La primera son los contratos de largo plazo, que representan el 80% de la energía consumida en el país, según cálculos de Acolgen. Esto significa que la mayoría de la energía que se está consumiendo actualmente en Colombia tiene un precio que fue negociado con antelación. Esto brinda estabilidad al sistema al garantizar un suministro estable, pero también deja la puerta abierta para que si hay fluctuaciones en las condiciones del sistema, como bajas en los embalses o problemas técnicos, los precios puedan terminar siendo más bajos de lo que cuesta generar en el presente.
Para abordar este aspecto del sistema, se tiene la bolsa de energía, donde se negocian precios a diario. Según Acolgen, normalmente los precios de la bolsa tienen un peso inferior al 6% en la tarifa final de la factura eléctrica. La bolsa es el mecanismo al que se acude para cubrir la demanda que no es satisfecha por los contratos de largo plazo.
Es en este punto donde comienzan a surgir algunos de los problemas que los gremios del sector han estado alertando: El Niño está ejerciendo presión sobre el sistema, lo que ha llevado a un aumento de la prevalencia de la bolsa en todo el ecosistema. Al buscar más energía a través de este mecanismo, el precio del kilovatio-hora ha aumentado durante este año, con un incremento de más de $70 entre enero y octubre.
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