Fue asesinado hacia las 8 de la noche de este miércoles (7 de junio). Nacido en Fusagasugá, Cundinamarca, Alan Castillo quiso radicarse en Palomino, un corregimiento de Dibulla, Guajira, en límites con el Magdalena.
Varios disparos, entre 3 y 5 según diferentes versiones, atrajo la atención de los vecinos quienes se apresuraron a la calle. Alcanzaron a ver cuando una par de hombres en motocicleta huían del lugar.
Se acercaron a la casa, una estructura propia de la Guajira; encontraron al joven “rolo” a quien habían aceptado de muy buena gana por su forma de ser.
Trataron de auxiliarlo pero no había nada que hacer. Las heridas fueron certeras y graves. Murió tendido en el piso del mismo lugar donde vivió los últimos años, muy cerca de las envidiables playas de Palomino.
Autoridades investigan asesinato
Estas calles fueron recorridas por el joven artistas fusagasugueño
Minutos después llagaron las autoridades. Primero la Policía y poco después los representantes de la Fiscalía; también los encargados del levantamiento del cadáver.
El joven artistas no quiso alejarse del lugar en donde formó amistades. Decidió radicarse a corta distancia del mar y montar un negocio de tatuajes a lo cual se había dedicado últimamente. Era esa una de sus virtudes.
Se había dado cuenta de su habilidad siendo muy joven mientras estudiaba en el Manuel Aya, la institución que le despertó su inclinación por el arte. Fue uno de los mejores en temas relacionados con el dibujo; “era muy creativo”.
De ahí su decisión de especializarse en tatuaje, una profesión que le mereció importante clientela en el Caribe Colombiano. Igual, compartía afición por la música. De estudiante, y poco después de su grado, hizo parte de algunas agrupaciones de rock.
El viaje al norte del país
Su desplazamiento a la costa norte de la Guajira ocurrió hace cerca de seis años. Su progenitora se había radicado en Dibulla, la cabecera municipal, donde emprendió nuevos negocios. Su actividad prometía futuro.
Fue entonces cuando viajó a la Guajira. Su intención era conocer un espacio que, sin haberlo visto, ya le atraía. Viajó y pocos días después decidió quedarse.
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Exploró alternativas comerciales; encontró que el tatuaje, una de sus especialidades, le dejaba una posibilidad de ingresos. La calidad de sus trabajos hizo que ganara “muy buena clientela”. Le iba muy bien según comentaron algunas personas cercanas al joven artista.
¿Quién lo asesinó?
Su futuro era prometedor. Sin embargo, hoy, las autoridades investigan si su relativo éxito pudo ser una de las razones del asesinato. La Policía indaga si el caso se trató de un fallido robo a manos de un par de delincuentes que creyeron poder hacerse a algunos pesos que su víctima pudiese tener ocultos en su casa.
Varias son las hipótesis que manejas las autoridades. Dibulla, y toda la Guajira, es una zona “muy difícil” en materia de seguridad. No se sabe si el origen del homicidio de Alan pudo obedecer a otra razón.
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Se sabe que grupos ilegales operan a sus “anchas” en algunas partes de la Guajira. Pudo ser alguna rencilla a la cual el joven no le prestó mucha atención pero que allá, al extremo norte colombiano, el tema cobra valor mortal.
De momento, el asesinato de la prometedora figura del arte, el fusagasugueño Leopoldo Alan Castillo Campo, es un misterio con “pocas posibilidades de resolver”. Eso estiman algunas personas que comentaron el caso, y que conoce bien la realidad en la Guajira.
Lo cierto es que el joven artista murió víctima de varios impactos de bala, uno de los cuales le alcanzó la cabeza. Esa fue la lesión mortal.
Hoy, a sus compañeros de estudio y amigos del barrio, les duele de manera especial la muerte de Alan. Su colegio, el Manuel Aya, dedicó publicaciones expresando tristeza por la partida de uno de sus alumnos. El mismo que atrajo la atención de profesores y compañeros, no solo por su calidad humana, sino por sus dotes como artista.
Estas playas eran visitadas por Alan Castillo, el joven artistas fusagasugueño