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Democracia, polarización, sociedad civil y constituyente

por: Omar Gamboa

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Cada vez que nos enfrentamos a una crisis, lo primero que debemos preguntarnos es si la vamos a resolver de manera democrática o autocrática. Opinión Por: Jaime Araujo Rentería Desde que nació la democracia, en Atenas, hace 2.500 años, tuvo tres elementos fundamentales: poder del pueblo (soberanía popular), libertad e igualdad de los hombres. Para Aristóteles en su libro la política, ya era claro que "La democracia es la forma en que la soberanía del pueblo está por encima de las Leyes". “Forzosamente tiene que ser soberana la muchedumbre, y lo que apruebe la mayoría, eso tiene que ser el fin y lo justo (lo que beneficie a la mayoría) ...”. Y que todos los ciudadanos decidan todos los asuntos del estado: “En la democracia es propio que todos los ciudadanos decidan de todos esos asuntos”; "El principio de la aristocracia es la virtud, es de la oligarquía la riqueza y el de la democracia la libertad”. “…Otra es el vivir como se quiere, esta es el resultado de la libertad...  Este es el segundo rasgo esencial de la democracia, y de aquí vino el no ser gobernado, si es posible por nadie, y si no, por turno”. “Esta característica contribuye a la libertad fundada en la igualdad". "Las sublevaciones tienen, pues, siempre por causa la desigualdad y los que se sublevan lo hacen buscando la igualdad". La persona democrática quiere la libertad no solamente para ella, sino también para los demás, pues se reconoce en el otro; “el yo quiere la libertad para el tú”; porque entiende qué tiene igual naturaleza que él, y lo reconoce como su igual. No pretende dominar al otro, sino escucharlo y cooperar con él; no lo ve como un enemigo sino simplemente como alguien que piensa distinto, pero que mañana puede pensar igual a él. La idea de la democracia es la idea de la libertad como autodeterminación política. Su forma más pura es cuando el pueblo directamente, sin intermediarios, crea las leyes, las ejecuta y dirime los conflictos. Esta es la democracia directa, que es la que más le gustaba a Rousseau y a nosotros; por oposición a la denominada democracia representativa, donde el pueblo escoge unos intermediarios, para que a su nombre hagan la ley, la ejecuten o juzguen los conflictos. La democracia directa es superior a la participativa y a la representativa, ya que en Colombia la democracia participativa ha sido entendida como que el pueblo es consultado sobre determinados asuntos, pero la decisión del pueblo no obliga al gobernante, pudiendo este desechar lo que el pueblo ha decidido, como ha sucedido en todas las oportunidades en que se consulta a las comunidades indígenas o afrodescendientes o cómo sucedió en el caso del plebiscito por la paz. Que un funcionario consulte al pueblo sobre un tema y que no quede obligado por lo que éste decida, es una fementida democracia, o más gráficamente, una ¡mamadera de gallo! La democracia directa es mejor que la representativa, pues como dijo Rousseau: “Tan pronto como un pueblo se da representantes, deja de ser libre y de ser pueblo”. El autócrata o dictador, no reconoce la soberanía popular y desprecia al pueblo, considera que él es superior al pueblo y que es el dueño del poder político, y cree que el poder le viene atribuido en razón de su superioridad y por lo mismo no tiene que rendirle cuentas al pueblo inferior. Pueblo que para lo único que sirve, según el autócrata, es para ser dominado por él; que no debe tener en cuenta y que nunca debe osar contradecirlo. El pueblo inculto no debe participar en la decisión de los asuntos que le afectan y lo único que debe hacer es obedecer a su gobernante superior, que no puede estar sometido a críticas ni a controles. En la autocracia o dictadura el gobernante se considera superior a los gobernados y sólo es responsable ante sí mismo o ante Dios. En síntesis, el pueblo no es soberano, no es reconocido como igual y mucho menos es libre de decidir su propio destino. La autocracia es autoritaria en tres acepciones: Psicológica, ideológica y política. En sentido psicológico, se menciona la personalidad autoritaria para indicar un tipo de persona, que como divide a los hombres en inferiores y superiores, tiene por una parte, una disposición a la obediencia servil hacia los superiores, al respeto y adulación de todos los que detentan el poder o la fuerza. Y por otra, la disposición a la arrogancia y el desprecio de los inferiores jerárquicos y en general de todos a los que consideran sin poder o sin fuerza, son los que yo denomino mentalidades de Gulliver, enanos en tierra de gigantes y gigantes en tierra de enanos; humildes ante los soberbios y soberbios ante los humildes. En sentido ideológico, son autoritarias las que niegan la igualdad de los hombres; rinden culto al principio jerárquico; a la idea de progreso contraponen la de tradición; a la razón oponen lo irracional; a los derechos del ciudadano enfrentan el deber absoluto de obediencia del súbdito, frente al poder del estado no hay ningún derecho humano que valga, como dijera Mussolini en su tristemente célebre frase: "Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”. Desde el punto de vista político, se llaman autoritarios a los regímenes que privilegian el mando y menosprecian el método del consenso, que concentran el poder político en un solo órgano o en una sola persona, normalmente en el ejecutivo, y que le quitan valor o anulan las instituciones representativas, que reducen la oposición a su mínima expresión y eliminan los procedimientos y las instituciones encaminadas a transmitir el poder de abajo hacia arriba; el pluralismo de los partidos es prohibido o reducido a un simulacro. Por el contrario, en la democracia, todos deben participar en todos los asuntos, qué deben ser decididos por todos y si no es posible por unanimidad, a través de las mayorías, lo que supone necesariamente la existencia de una minoría (u oposición), que por lo mismo debe ser respetada. El principio de libertad de la democracia es fundamentalmente la de una libertad para autodeterminarnos espiritualmente en nuestros pensamientos, conciencia, opiniones y en la tolerancia y respeto por las ajenas. En la autocracia o dictadura no hay oposición tolerable, ni discusión, ni mucho menos libertad de opiniones, ni participación de todos.  Sólo hay órdenes, que da la autoridad y que deben ser obedecidas por todos. A la autoridad deben supeditarse todas las voluntades, todas las creencias y opiniones; y quién piense distinto a la autoridad, no sólo está en un error, sino que también es un malhechor. En la democracia el gobernante le debe el poder a los gobernados, debe rendirle cuentas de su gestión, está sometido a crítica y a controles, sus actos deben ser realizados a los ojos de la opinión pública, es responsable de las violaciones de la Constitución y de la ley y puede ser revocado por los gobernados. Como todos son iguales, todos tienen igual derecho a gobernar, por lo que no puede haber gobernantes perpetuos y sus períodos de gobierno deben ser cortos. Para la autocracia o dictadura, sólo hay verdades absolutas, y por lo mismo una única verdad; en cambio, para la democracia, nadie tiene la verdad absoluta, cada persona tiene sólo una parte de la verdad y; sólo del diálogo de esas verdades parciales puede resultar una verdad mejor o más verdadera. La democracia asigna igual valor a la voluntad política de cada uno y muestra igual respeto para cada convicción y opinión política, por eso le da, a cada una de ellas, la misma oportunidad de expresarse y de atraer adeptos en una libre competencia por las mentes de los hombres. Por esta razón el procedimiento dialéctico que se despliega es el análisis y discusión de cada problema, donde todos tienen igual oportunidad de participar, discutir y decidir. En la democracia la manera de obtener una decisión es mediante el juego de las mayorías y las minorías; y lo que es más importante, cómo esas minorías también tienen parte de la verdad, no está totalmente en el error y no está fuera de la ley, puede convertirse en mayoría en cualquier momento. La minoría de hoy puede ser la mayoría de mañana y por eso debemos respetar las minorías de hoy para que nos respeten mañana cuando nosotros seamos la minoría. La democracia se refleja no sólo en los fines que perseguimos, sino también en los medios que utilizamos para lograrlos. La diferencia entre un Estado democrático y uno autocrático, dictatorial o totalitario, no está dada por la existencia o ausencia de conflictos; ya que en toda sociedad existen conflictos, situaciones de crisis. La diferencia está en la forma cómo resolvemos los conflictos; en la manera como nos enfrentamos a quienes piensan o son distintos a nosotros y especialmente a quienes tienen una cosmovisión política diversa. Para los autócratas Nazi-Fascistas, sólo hay amigos o enemigos, no es posible otra opción. El enemigo debe someterse y si no lo hace, hay que destruirlo. En la actitud ante el diverso político se refleja una diferencia fundamental entre la democracia y el totalitarismo Nazi-fascista, pues la primera se enfrenta al diverso político con la fuerza de la razón, su método es la discusión y el dialogo y lo que busca es convencer o persuadir al que piensa distinto, pero también abiertos a la idea de que los equivocados podemos ser nosotros y que, por lo mismo, podemos darle la razón al adversario y  que, si después de finalizado el diálogo, ni yo lo persuado ni él me convence, la manera de dirimir el conflicto no puede ser por la violencia; el medio y el método jamás puede ser la violencia;  el medio y el método es la decisión a través de votaciones de las cuales resultaran una mayoría y una minoría. Pero además con la certeza de que, si hoy somos mayoría, mañana podremos también ser minoría y que en la próxima oportunidad ganará quien presente más razones y argumentos, pues, las mayorías y las minorías son transitorias y cambiantes. En cambio, el autócrata nazi-fascista se enfrenta al enemigo político con la razón de la fuerza, su método es la violencia y el fin que persigue es dominar y someter a su adversario y si no lo logra a las buenas lo logra a las malas, por la violencia, de toda clase, torturándolo, desapareciéndolo o eliminándolo físicamente. NECESITAMOS MAS POLARIZACIÓN En la democracia todas las personas tienen el derecho a participar en todos los temas que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación, como lo ordena el artículo 2 de nuestra constitución; como corolario de lo anterior, es que no puede haber personas excluidas ni temas vedados a ningún ciudadano. Todos los problemas y opiniones sobre los mismos tienen derecho a ser presentados, por más controvertibles u opuestos que sean. Para la democracia no es ningún peligro que se presente o se pongan sobre la mesa todas las ideas o cosmovisiones del mundo, las distintas concepciones del estado o del gobierno, de la propiedad, de la salud o de la educación, de los impuestos, de las relaciones internacionales, del medio ambiente, de la educación, la vivienda, del empleo, de las energías renovables, etc. Por eso es que consideramos, que al contrario de lo que mucha gente dice, que estamos en un país demasiado polarizado, nuestra opinión es muy distinta, ya que falta más polarización, en la medida en que no están todas las cartas sobre la mesa, en que no estamos debatiendo todos los problemas ni todas las ideas. No estamos presentando ni escuchando todos los argumentos sobre todos los problemas y necesitamos presentarlos y escucharlos todos para comenzar por saber que existen, y sólo después de tomar conciencia de que existen y de visibilizarlos, junto con sus argumentos a favor y en contra, es que podemos encontrar las mejores soluciones. Lo grave no es que existan distintas ideas, inclusive opuestas,  lo grave es el método violento, nazi-fascista con el que tratamos a quienes piensan distinto, ya que los consideramos enemigos y no los escuchamos, porque no entendemos que son iguales a nosotros y que también pueden tener parte de la verdad y que debemos dialogar con ellos, y si finalmente no los convencemos o ellos no nos convencen, no podemos resolver las diferencias por medio de la violencia. El problema del país no es que haya muchas ideas, al contrario, faltan ideas; el problema no es que haya ideas distintas, al revés, faltan más ideas distintas sobre todos los temas, ya que sólo conociéndolas todas podemos escoger de una manera más libre, pues en la medida en que tenemos más opciones somos más libres. De la mano de la democracia, que como hemos dicho contiene la trinidad del poder del pueblo o soberanía popular, de la libertad y de la igualdad, con la participación de todos, podemos enfrentar cualquier crisis, incluso la que estamos atravesando en estos momentos y resolverla pacíficamente. Además, por otra razón jurídica-política: en la democracia, cuando hay problemas existenciales, que dividen y polarizan a la sociedad civil, se debe consultar al pueblo soberano y constituyente y que por lo mismo es el árbitro supremo para dirimir conflictos y es él quien debe adoptar las decisiones. Los problemas conflictuales de todas las sociedades, que las polarizan, desde el punto de vista de legitimación del poder político, nos obligan a llevarlos ante el pueblo, el máximo arbitro de la democracia, para que él diga quien tiene la razón. No sólo el tema o la manera de hacer la paz. Temas como el aborto, como el divorcio, como la pena de muerte: en ninguna sociedad hay unanimidad. No hay unanimidad en Estados Unidos, no la hay en Europa. No hay unanimidad ni en Colombia ni en China. Entonces ahí tiene que decidir el árbitro supremo, el pueblo, por medio de votaciones que arrojen las mayorías y las minorías. Porque cuando uno ve las estadísticas las diferencias siempre son mínimas. Por ejemplo, la gente está de acuerdo con el aborto en un 51%, pero hay un 49% en contra. Lo mismo sucede, con la pena de muerte, o la adopción de niños por parejas del mismo sexo; o si los actores armados tanto del Estado como de la guerrilla van a quedar impunes o no. Esta falta de unanimidad, en estos y otros temas, es un dato de la realidad política y psicológica. Esos conflictos, existenciales para llamarlos de alguna manera, la mejor forma de definirlos, para que uno acepte que no es el resultado de una imposición arbitraria, es la democracia: mayorías y minorías. Pero, además, hay que estar preparados para cualquier resultado. Aquellos que dicen ser demócratas y representar al pueblo, cuando pierden, aunque sea por un voto, no pueden salir después con la tesis de que “el pueblo no es el titular del poder y no era quien debía definir el asunto”. En eso tenemos que ser claros, absolutamente claros. SOCIEDAD CIVIL Y CONSTITUYENTE Podemos definir el concepto de sociedad civil, como la diversidad de personas que, con categoría de INDIVIDUOS o ciudadanos, y particularmente o de manera colectiva, actúan para adoptar decisiones que le interesan como individuo o sociedad en el ámbito público, en todos los temas y problemas que les afecten, que pueden ir desde la salud, la educación, el ambiente, el bienestar social, el trabajo, la seguridad social, la paz, el desarrollo, la cultura y los derechos humanos, entre otros, etc. Este concepto, presupone que se trata de personas que se hallan fuera de las estructuras gubernamentales, de los partidos políticos, de las empresas o poderes económicos y de las instituciones religiosas. Esto excluye a los miembros de las tres ramas del poder: legislativo, ejecutivo y judicial y a la clase política, incluidos los políticos que se han pasado toda la vida haciendo política y diciendo que no son políticos. Debemos recordar que en un Estado democrático, con soberanía popular como lo es Colombia, los miembros de la sociedad civil forman parte del pueblo y todos son titulares de la soberanía, tienen una fracción de la soberanía. Por ejemplo, si el pueblo está integrado por 10 personas, cada una de ellas tiene una décima parte de la soberanía, en consecuencia todos los miembros de la sociedad civil somos titulares de la soberanía y por lo mismo no podemos ser excluidos de participar, debatir o decidir por nadie cualquier tema o problema de la sociedad colombiana, llámese congreso, presidente o juez; partidos políticos o comité nacional del paro o centrales obreras. Los miembros de la sociedad civil tenemos el derecho a participar en todas las discusiones sobre nuestro destino individual o colectivo, ya que el poder no es de ellos sino de nosotros, y que en los momentos de crisis, como el actual, están obligados a consultarnos a todos nosotros, no sólo a los grupos económicos o a quienes se hayan autodenominado representantes sin que les hayamos conferido ninguna representación y que el diálogo es con todos, con los que están en la calle y con los que no están en la calle;  con los jóvenes y con los menos jóvenes, con todos los géneros y razas; con todas las opiniones y  filosofías. La sociedad civil, como titular de la soberanía, es también titular del poder constituyente, que no es más que el principal atributo del soberano y, en consecuencia, es la titular de la soberanía y del poder constituyente. No son los poderes constituidos, como el Congreso, el presidente o las Cortes, ni los partidos políticos, que como todo poder constituido están sometidos a la constitución, pero que el pueblo, como soberano está por encima de ella; que el pueblo puede siempre reformar, cambiar o destituir a los poderes constituidos, que el árbitro supremo en la democracia siempre es el pueblo y NO los poderes constituidos y que en los momentos de crisis, debe ser consultado obligatoriamente porque, como dijera Emmanuel Sieyes: “El pueblo, en momentos de crisis, debe ser siempre consultado, como árbitro supremo que es, y, si no pudiesen serlo todos los ciudadanos, debe serlo, a través de una representación extraordinaria, … Esta representación extraordinaria, obra en virtud de mandato extraordinario y puede tener el poder constituyente”. TODOS LOS TEMAS La sociedad civil tiene que agitar temas como la paz con justicia social; la preservación del medio ambiente; la lucha contra la corrupción y el desempleo; las reformas agraria, urbana y del sistema financiero; del congreso, de la justicia, de la educación y la salud. La redistribución de la riqueza y la lucha contra todas las formas de discriminación incluidas la sexual y la racial; la libertad e igualdad de los colombianos; la creación del estado autonómico o federal; el derecho a la vivienda; los derechos de las víctimas de la violencia, etc. No podemos dejar que estas ideas, en síntesis: Paz con justicia social y democracia política y económica desaparezcan del debate social y político. Sobre el tema de la reforma tributaria,  debemos insistir en que se cumpla el artículo 363 de nuestra constitución que exige que nuestro sistema tributario sea progresivo, y en consecuencia pedir que los nuevos impuestos los paguen los más pudientes, los grupos económicos y las transnacionales  y aquellos que aún en épocas de pandemia han tenido grandes ganancias,  como el sector financiero,  las farmacéuticas, y que se empiece por derogar las exenciones tributarias que se concedieron a los más poderosos en la reforma tributaria del 2019. Debemos aprobar en la constituyente para la protección de los más débiles la renta básica universal. Tenemos que garantizar la educación universal en todos los niveles incluidas la educación universitaria para todos. La pandemia mostró de manera descarnada, las falencias de nuestro sistema de salud, que como derecho fundamental debe ser para todos. El objetivo o meta debe ser la salud y la educación universal, ese debe ser el fin, los medios para lograrlo pueden ser establecidos por los expertos, con el fin de llegar a la meta lo más rápidamente posible. Es necesario debatir y establecer un plan a corto, a mediano y a largo plazo para sustituir las fuentes de energía contaminante por energía limpia. SEGURIDAD CIUDADANA Y ORDEN PÚBLICO Los hechos actuales hacen imperioso la reestructuración de la policía y del ejército con el fin de evitar, que unos pocos, dentro de esas instituciones utilicen su poder de manera desproporcionada violando derechos de los ciudadanos, cómo lo han hecho algunos funcionarios de esta institución durante el paro nacional, o se hizo en el pasado reciente por parte del ejército con los falsos positivos, dónde se asesinaron más de 6.000 ciudadanos. La policía y el propio ejército tienen que ayudar a la sociedad civil a depurarse de estos miembros. ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE En otra ocasión preguntábamos sobre otros temas y otros derechos que deben tener los colombianos, cómo íbamos a sumarlos, y a esas preguntas nos remitimos ahora: sólo queremos insistir en una de las más importantes, pero que tiene la más grande cantidad de enemigos: en la clase política,  en las ramas del poder público,  comenzando por el gobierno y el congreso; en los grupos de poder tradicionales; en los sectores autodenominados de centro,  de derecha y de izquierda, que se denominan democráticos pero que en los hechos son autoritarios. Es la propuesta de la sociedad civil de convocar inmediatamente a una asamblea nacional constituyente, que es el escenario necesario y natural para diseñar las nuevas instituciones, pues no hay duda de que existe una relación dialéctica entre instituciones y estructuras, por ejemplo, para la actual y próximas pandemias necesitamos una estructura de salud que prevenga esas enfermedades y que atienda a todos los que se enfermen, y para ello son necesarias nuevas instituciones sanitarias. El lugar natural para crear esas instituciones es una Asamblea Nacional Constituyente, democrática, soberana, con inclusión de las organizaciones sociales y la sociedad civil, con la asistencia de personas independientes que diseñe las nuevas instituciones que hagan posible los cambios estructurales, que les den derechos y justicia social a todos los colombianos. En esa nueva constituyente debe existir una circunscripción especial para jóvenes entre 16 y 26 años para que hagan oír su voz y participen en las decisiones sobre su futuro. Podemos comenzar por observar un proceso constituyente que se está desarrollando frente a nuestros ojos, como es el caso de la constituyente chilena, donde por primera vez en el mundo se va a realizar una constituyente paritaria de mujeres y de hombres, lo que pudo lograrse técnicamente, gracias a las denominadas listas cremalleras o cebra, dónde encabezaba siempre una mujer y seguía luego un hombre, después se colocaba en la lista otra mujer y luego otro hombre y así sucesivamente. Donde se garantizó por derecho propio un número de escaños (17) a los pueblos originarios comenzando por los Mapuches. Donde se permitió que los candidatos independientes pudieran presentarse individualmente o en listas de independientes, necesitando sólo en el primer caso el 0,2 % de apoyo o firmas para inscribirse como candidato independiente y en el segundo de 0,5 %. Los hechos, que son tozudos, desbarataron todos los argumentos contra la constituyente: inicialmente, sus enemigos, dijeron que el pueblo chileno no tenía interés en ella, que era un tema que ni siquiera existía, pero cuando consultaron al pueblo más del 80% se pronunció a favor de la convocatoria a la Constituyente, con la votación más alta que han tenido en su historia electoral. Cuando no pudieron atajar la constituyente el gobierno, el congreso y los partidos políticos trataron de amordazarla o por lo menos controlarla, estableciendo una mayoría calificada para adoptar decisiones,  esto es, de las dos terceras partes de los miembros de la constituyente, para manejarla a su antojo sí obtenían las mayorías o por lo menos impedir que las mayorías adoptarán decisiones sin su concurso; y otra vez, los hechos demostraron que el pueblo soberano puede derrotar a los sectores antidemocráticos,  que no tuvieron a pesar de estar unidos, ni siquiera la tercera parte de la representación en la asamblea Constituyente. Por lo que las mayorías son de los independientes y de los sectores democráticos. Acabó también, la constituyente chilena, con el argumento, que se esgrimía allá y que es recurrente entre la fementida izquierda colombiana, que también le tiene temor al pueblo, que la Constituyente sería una oportunidad para el pinochetismo (o uribismo en Colombia), y no para los sectores democráticos. La constituyente chilena acaba de demostrar que los independientes y los demócratas pueden constituir mayorías en la constituyente aún en sociedades que han sido objeto de dictaduras. Solo tenemos la posibilidad de salir de la actual crisis si convocamos inmediatamente a una asamblea constituyente, que diseñe las instituciones que nos permitan superar la actual crisis y enfrentar las crisis futuras, y que haga realidad  el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la ONU, como uno de los objetivos de la constituyente: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”… y que es “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. 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